Director de Adiós a las armas: Frank Borzage

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Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, el comandante cirujano Rinaldi (Adolphe Menjou) y Frederick Henry (Gary Cooper), teniente del cuerpo estadounidense de ambulancias militares, se han convertido en compañeros inseparables en aventuras alcohólicas y amorosas. Sin embargo, su relación se deteriora en el momento en que Cooper se enamora locamente de una de las enfermeras del hospital, interpretada por Helen Hayes. La nueva pareja intenta sobrellevar lo mejor posible su historia de amor, a pesar de los avatares de la guerra, hasta desembocar en un final trágico. Este argumento está basado en la novela homónima de Ernest Hemingway, que al igual que la película, fue censurada e incluso prohibida en numerosos países.

Frank Borzage fue su realizador, especialista en amores en circunstancias difíciles. Borzage fue el director romántico con carga social por excelencia de los años treinta y cuarenta, modelo precursor de realizadores emblemáticos como Douglas Sirk.

El largometraje resulta bastante folletinesco (con embarazo incluido), siguiendo el gusto y los cánones de la época. No gustó en absoluto a su autor literario, que encontró el filme demasiado melodramático. No encajaba para nada con su carácter misógino de continua exaltación del macho individualista. Hemingway, al contrario que otros escritores de su generación, como Scott Fitzgerald o William Faulkner, nunca se vio obligado a alquilar su máquina de escribir para trabajar como guionista de Hollywood por razones pecuniarias. Siempre vendió sus cuentos y novelas sin problemas y disfrutó de una independencia económica que le permitió escribir sin censuras y viajar por el mundo a su antojo.

Algunos críticos han creído entrever una homosexualidad reprimida en Rinaldi, el compañero de Cooper en la ficción. Si bien sus celos hacia el protagonista resultan un poco sospechosos, e intenta por todos los medios separarle de su pareja, también es cierto, que a lo largo de la película sus inclinaciones heterosexuales resultan bastante claras y al final termina ayudando al protagonista a reencontrase con su compañera.

Charles Lang, director de fotografía del largometraje, se apuntó el Oscar por su excepcional trabajo, su cuidada utilización de la luz y su mezcla de naturalismo e impresionismo en las imágenes de los ‘desastres de la guerra’. Las escenas en que Gary Cooper llega herido en camilla al hospital, son filmadas con una claustrofóbica cámara subjetiva que se asemeja bastante al espeluznante largometraje Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, Dalton Trumbo, 1971). Basado en la novela que el mismo Trumbo escribió en 1938 (tuvo que esperar sus buenos 33 años). Este largometraje fue también censurado y prohibido por su mensaje pacifista.

Se han realizado hasta la fecha innumerables versiones de la novela: Force of Arms (Michael Curtiz, 1951), cambiando la primera guerra por la segunda y William Holden de protagonista; Adiós a las armas, (A Farewell to Arms, Charles Vidor, 1957) con Jennifer Jones y Rock Hudson. También existe otra adaptación más corta dirigida por Rex Tucker con Vanessa Redgrave y George Hamilton. En los noventa: En el amor y en la guerra (Love and War, Richard Attenborough, 1997). Basada en la novela de Henry S. Villard, sobre las vicisitudes de Hemingway en la primera guerra mundial, con la norteamericana Sandra Bullock, emulando a Florence Nightingale en el papel de abnegada enfermera.

Hemingway es susceptible de producir versiones adaptadas para todos los gustos, sin embargo, resulta más interesante observar su influencia sobre, por ejemplo, Doctor Zhivago (David Lean, 1965), en la que la pareja protagonista también intenta esconderse en aquella pequeña cabaña del bosque, al margen de la desolación y el desastre reinante en la revolución bolchevique, de la que se sentían totalmente ajenos. De la misma manera en que los protagonistas de la novela de Hemingway terminan desertando a la neutral Suiza. Este mismo espíritu es el que persiste en la vitriólica M.A.S.H (Robert Altman, 1970), empapada de cínico antimilitarismo y ganas de vivir dando la espalda a la guerra de Corea.

Es curioso observar, cómo en las primeras producciones pacifistas norteamericanas como Adiós a las armas, Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone,1930), basada en la novela de Erich Maria Remarque, escrita en 1929 (el mismo año de Adiós a las armas) o Senderos de gloria (Paths of glory, Stanley Kubrick, 1956), sin ir más lejos, nunca tienen como escenario una guerra en la que participen directamente los Estados Unidos de América. Los mensajes pacifistas sólo se realizan cuando en los conflictos no se perjudican los intereses políticos o coloniales norteamericanos. Es impensable que un actor del calibre de Gary Cooper (que simbolizó por largo tiempo al americano medio, ingenuo, honrado y de buen corazón) se convierta en desertor -como ocurre en la película- de una guerra en la que participa directamente su país. Eso implicaría ‘cuestionamientos antipatrióticos’ por parte de los soldados y minaría la moral de las tropas.

No fue hasta los años setenta, cuando en filmes como el ya citado ‘Johnny cogió su fusil’, las cuestiones pacifistas empezaron a verse representadas en el cine de una manera más directa. Sobre todo después del fiasco norteamericano en Vietnam en 1975, con títulos archiconocidos y emblemáticos donde la guerra arruina, de forma inexorable, la vida de soldados, familiares y amigos: El cazador (Michael Cimino, The Deer Hunter, 1978); El regreso (Coming home, Hal Ashby, 1978) y Apocalypse Now (Francis Coppola, 1979).