Director de Enemigo a las puertas: Jean-Jacques Annaud

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Entre Agosto del 1942 y Febrero del año 1943 tuvo lugar una de las batallas fundamentales de la historia. En la actual Volgogrado 2.600.000 combatientes perdieron la vida, fueron heridos o hechos prisioneros.

Adolf Hitler, en busca del combustible para su ejército motorizado, se vio obligado a tomar Stalingrado. Del mismo modo que los japoneses, forzados por el bloqueo estadounidense, acabaron bombardeando sin previo aviso la base marítima de Pearl Harbor, como muestra la el filme Pearl Harbor (Michael Bay 2000). Al contrario que De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, Fred Zinnemann, 1953), que no hace referencia alguna a la situación del ejército nipón, atrapado entre la espada y la pared y astutamente empujado por Roosevelt a entrar en el conflicto armado.

El realizador Jean-Jacques Annaud, curtido en superproducciones de innegable éxito como El nombre de la rosa (Le nom de la rose, 1986); En busca del fuego (La guerre du feu, 1981); El oso (L’ours, 1988); El amante (L’amant, 1992) y Siete años en el Tíbet (Seven Years in Tibet, 1997) afrontó el reto de dirigir la película europea más cara hasta la fecha (20 millones de las antiguas pelas).

Basada en la historia de Vassili Zaitsev, cuyo fusil se gurda en el museo Stalingradskaia Bitva de la ciudad, este filme no repara en estipendios para poner de manifiesto la brutalidad y la crueldad de la guerra. Contiene gran parte de los convencionalismos del género bélico y las similitudes en sus primeras escenas con Salvar al soldado Ryan (Saving private Ryan, Steven Spielberg, 1998), no escapan a los ojos de nadie.

A pesar del brillante comienzo, el fragor de la gran batalla pierde pronto interés para centrarse en Vassili Zaitsev, interpretado por el británico Jude Law, humilde soldado e implacable francotirador que causa numerosas bajas a un enemigo superior en tierra de nadie.

El comisario político responsable de la propaganda rusa (el también británico Joseph Fiennes), percibe la oportunidad de sacar partido de este héroe anónimo para fabricar un héroe de la revolución, espejo en el que las masas soviéticas se puedan mirar con orgullo. Un ídolo socialista en el que se vuelca el culto a la personalidad Stalinista al estilo de El hombre de mármol (Czlowiek z marmuru, Andrzej Wajda, 1977). Con estos dos personajes centrales y una joven judía, los guionistas se sacan de la manga el rutinario triángulo sentimental, que como en la mayoría de los largometrajes de acción, aporta más bien poco a la producción.

Mientras media Europa se aniquila a orillas del Volga, como respuesta a la propaganda soviética, el alto mando alemán envía a su mejor recurso humano, un francotirador profesional interpretado por el infalible Ed Harris. El tono del film cambia y se convierte en un duelo de western de gran acción y suspense, que proyecta en el espectador un frío que se mete en los huesos.

El desenlace de esta película de Annaud tiene bastantes semejanzas con otra coproducción de sello europeo, esta vez británico-germana: La Cruz de hierro (Cross of Iron, Sam Peckinpah, 1977), cuyo épico duelo final también se desarrollaba en Stalingrado.

El cine europeo acometió con anterioridad la empresa de esta gran batalla también en un filme germano de buena factura: Stalingrado (Stalingrad, Joseph Vilsmaier, 1992). Para conmemorar el cincuenta aniversario de la histórica batalla. Si bien, en aquiella ocasión, el largometraje, en un tono más antimilitarista, se centraba sobre todo en la retirada de las tropas del frente ruso y las peripecias de un pelotón alemán intentando volver a casa.

Annaud presenta, en esta superproducción europea, de forma explícita la dialéctica de clases: el aristócrata Bávaro con su impoluto uniforme de oficial versus el humilde pastor de los Urales en su particular guerra de nervios y paciencia francotiradora. Si bien, al final, y esta vez al más puso estilo Hollywoodiense-norteamericano, el más guapo es el que se lleva el gato al agua.