Director de Infiltrados: Martin Scorsese

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Que el cine norteamericano está falto de chispa no es nuevo, pero recurrir a producciones ‘Made in Hong Kong’ es más que significativo. Es posible que Martin Scorsese sea el cineasta que mejor representa esta falta de ideas generalizada.

El director de Malas calles (Mean Streets, 1973); Taxi Driver (1976); Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) y Casino, 1995 no levanta cabeza. Después de las mediocres Gangs of New York en 2002 y El aviador (The Aviator, 2004) el neoyorquino desvió su atención de las películas de ficción para dedicarse una larga temporada a los documentales.

Con el título genérico de ‘The Blues’ se ocupó de la producción de una serie de televisión cuya realización hizo recaer en directores de renombre como Charles Burnett, Clint Eastwood, Mike Figgis, Marc Levin, Richard Pearce y Wim Wenders en ‘The Soul of a Man’, su título más destacado. El propio Scorsese se guardó el capítulo ‘Feel Like Going Home’.

Después de su incursión en el mundo de la música negra, le tocó el turno al gran icono del folk norteamericano en ‘No Direction Home: Bob Dylan – A Martin Scorsese Picture’, que si bien no carece de interés, no resultará demasiado original para los espectadores del documental Don’t Look Back (D.A. Pennebaker, 1967).

El último filme de Scorsese es la vuelta al largometraje por el camino que más éxito ha reportado a este director. Infiltrados (The Departed) está basado en Infernal Affairs (Wai Keung Lau, Alan Mak, 2002) y es un violento thriller sobre la Policía de Massachussets en el marco de la lucha contra el crimen organizado en la sofisticada ciudad de Boston. El punto clave del argumento es la introducción de un topo en la banda mafiosa. Este viejo cliché se refuerza sumando a la trama otro confidente de la mafia dentro del Departamento.

El binomio DiCaprio-Damon representa las dos caras de una misma moneda de corrupción, en la que se confunden completamente los valores en busca de la ‘Cúpula dorada’ -becerro de oro- del poder.

Las referencias de Infiltrados al desmoronamiento moral han sido interpretadas como una proyección de cierto sentimiento post-11M, con la intención de incorporar valor cinematográfico a la película, sin embargo, la duda de si el mafioso está o no conectado con el FBI es un punto que se deja en el aire, con lo que se desaprovecha una importante ocasión de ganar profundidad.

Esta amarga autocrítica se presenta de forma patente en numerosos producciones, sirvan como ejemplo: Tierra de abundancia (Land of Plenty, Wim Wenders, 2004) y las neoyorquinas: La última noche (25th Hour, Spike Lee, 2002) y Relaciones confidenciales (People I Know, Daniel Algrant, 2003).

Marty Scorsese es ya un viejo especialista en sumar a la intriga una cuidada puesta en escena con una banda sonora más que notable, en esta ocasión incluye temas de Lennon, Van Morrison y los Stones: “Gimme Shelter” “Let It Loose”. En cuanto a la cita cinéfila del final de El delator (The Informer, John Ford, 1935) en televisión tampoco puede pasar desapercibida para el espectador atento.

El ritmo es trepidante y la cinta te deja pegado al asiento, sin embargo, resulta decepcionante contemplar como se copia escena a escena el original de Hong Kong. Infiltrados carece de diferencias significativas que aporten calidad o trascendencia. Para los que conocen el filme oriental la gran atracción – quizá la única- de esta versión está en contemplar al nuevo elenco: Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Mark Wahlberg, Alec Baldwin, Martin Sheen, Ray Winstone, Vera Farmiga, Todd Peterson interpretando los papeles de los actores cantoneses.

Al margen de las inevitables y odiosas comparaciones, Marty parece haberse limitado a pasar ‘Infernal Affairs’ – que por cierto cuenta ya con dos secuelas en su país – por el tamiz de El clan de los irlandeses (State of Grace, Phil Joanou, 1990), donde Sean Penn es al ‘poli’ que traiciona a sus antiguos compañeros de la mafia irlandesa (interpretados por Ed Harris y el británico Gary Oldman).

Son bastantes notorias las similitudes entre estas películas, en el final de ‘Infernal affaires’ aparecen los gaiteros tocando como si el día de San Patricio se tratara y al igual que Oldman en ‘El clan’, en Infiltrados Nicholson aparece en escena jugueteando con la mano cortada de un difunto ‘departed’.

Para finalizar, el moralista realizador de La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988) y Kundun en 1997, no ha podido evitar incorporar un desenlace postizo que aporta bien poco a la producción. Un final que parece estar planeado únicamente para dar trabajo extra a los spoilers.