Director de La suerte dormida: Angeles Gonzalez-Sinde
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La suerte dormida es la primera experiencia como directora de la madrileña Ángeles González-Sinde. Procedente de la televisión, con La buena estrella (Ricardo Franco, 1997), consiguió el Goya al mejor guión. También participó como guionista en Segunda piel (Gerardo Vega, 1999); Las razones de mis amigos (Gerardo Herrero, 2000); Antigua vida mía (Héctor Oliveira, 2002) y El misterio Galíndez (Gerardo Herrero, 2003), entre otras.
En ésta su ópera prima, la protagonista: Amparo (Adriana Ozores) es una abogada laboralista que desempeña un trabajo administrativo en una asesoría. Ha abandonado su profesión y vive una vida de aislamiento en casa de su padre. Ni siquiera ha intentando olvidar el accidente de automóvil que se llevó a su marido e hijo.
Después de tres años de ‘suerte dormida’, la casualidad conduce a la protagonista a hacerse cargo del accidente laboral de un conocido, fallecido en una cantera explotada por una gran multinacional.
Investigando las responsabilidades del incidente, el engaño y la indignación hacen que ‘despierten’ sus ánimos revanchistas. La injusticia termina sacando a la abogada de su laberinto personal.
‘La suerte dormida’ es una cinta reivindicativa sobre las condiciones precarias en los puestos de trabajo y la siniestralidad laboral. Aunque trata la cuestión desde un punto de vista distinto, el filme está comprometido socialmente en un tono bastante similar a La cuadrilla (The Navigators, Ken Loach, 2001).
En síntesis, la película plantea una revisión del viejo mito de David vs. Goliat. El individuo luchando contra las grandes corporaciones omnipotentes. El género ha cosechado grandes éxitos en producciones norteamericanas como: Legítima defensa (The Rainmaker, Francis Ford Coppola, 1997); Acción civil (A Civil Action, Steven Zaillian, 1998) o Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000), todas ellas herederas de uno de los clásicos del cine litigante: Veredicto final (The Verdict, Sidney Lumet, 1982).
Nos encontramos ante una película de las denominadas ‘de actores’. Pepe Soriano, en su papel de abnegado padre, se llevó el premio al mejor actor secundario del Círculo de Escritores Cinematográficos y la interpretación de Adriana Ozores no tiene nada que envidiar a la ‘oscarizada’ Julia Roberts de Erin Brockovich.
Amparo, nuestra ‘Brockovich hispana’ es la encargada de llevar todo el peso de la película y del pleito. Enfrentándose a una trama de traición, subcontratas, prevaricación e intereses compartidos con la administración. Un tinglado donde se mueven muchos millones y nadie se atreve a abrir la boca.
El largometraje no se libra del inevitable romance, ni de las convenciones y maniqueísmo del subgénero. Sin embargo, la conclusión del argumento no termina de forma convencional, lo cual es muy de agradecer, sino con un original anticlímax carente de charanga y matasuegras.