Director de La vaquilla: Luis Garcia Berlanga
Critica x netotem©
Nos encontramos en plena Guerra Civil. Con anterioridad a La Batalla del Ebro los combatientes se atrincheran en el frente de Aragón. Tras dos años de un conflicto que se presumía corto, la tropa se amodorra en lo más caluroso del verano. Ni siquiera hay un leve cierzo para mitigar la canícula. El Brigada Castro (un genial Alfredo Landa) representa al españolito por antonomasia, con un pañuelo atado a la cabeza con cuatro nudos para protegerse del sol.
Los soldados han llegado a cierto grado de connivencia con el enemigo, intercambian papel por tabaco para poder fumar todos. Berlanga plantea esta alegoría inicial para mostrar que ambos bandos se complementan y, de alguna manera, se necesitan.
Durante el tráfico de mercancías, el recluta nacional pregunta a su superior si puede intercambiar el bando para que el soldado que interpreta Guillermo Montesinos pueda ver a su novia en la fiesta del pueblo y, de esta manera, poder asistir a la novillada, la procesión, el baile, el banquete y la chocolatada de su pueblo (Perales del Río). Ante esta cuestión, no del todo descabellada, el Brigada responde lo que corresponde: “Dale una ostia.”
Aburridos de su obligada dieta a base de sardinas en lata, cinco combatientes republicanos, cansados de la calma chicha, deciden cruzar al bando nacional y raptar la vaquilla del encierro con el objetivo de conseguir la comida que tanto escasea.
Durante la noche, asistidos por el ‘mariquita del regimiento’, que distrae al centinela enemigo, el disparatado comando, vestido con uniforme nacional, salta las trincheras decidido a secuestrar la vaquilla y desmoralizar al enemigo en el día de la fiesta mayor.
Este desastre de tropa está encabezada, como era de esperar, por Alfredo Landa. Muy bien respaldado, eso sí, por el barbero (‘Su Teniente’ Broseta, Pepe Sacristán); Santiago ‘Limeño’ Ramos, artista taurino y banderillero excepcional; Carlos Velat (eclesiástico arrepentido) y Guillermo Montesinos, que interpreta a Mariano, un lugareño tan cornudo como la vaquilla que pretenden secuestrar.
Como suele ser habitual en las realizaciones de Berlanga, el resto del reparto coral cuenta con lo más florido y hermoso de nuestra cinematografía. Además de los arriba mencionados, contamos con: Mª Luisa Ponte, Antonio Gamero, Agustín González, Luís Ciges, Adolfo Marsillach y un largo etcétera.
Cada uno de los cinco protagonistas viene a encontrar su particular castigo, para que sirva de ejemplar escarmiento: Montesinos encuentra al padre de su novia escondido detrás de la alacena desde el 36 y a ella liada por un Alférez Nacional interpretado por Juanjo Puigcorbé; El Teniente ‘barbero’ Broseta se ve obligado a afeitar al Comandante que caracteriza Agustín González, el cual pretende ficharlo mientras dure la contienda; El capellán castrense, después de sacarles de la casa de lenocinio, se lleva al curilla rebotado (Carlos Velat) para que, con otro tipo de pendón, encabece la procesión de La Asunción de la Virgen; Limeño II, después de un episodio intestinal, supuestamente causado por las cerezas, no consuma su faena porque sus compañeros prenden los fuegos artificiales y el público asistente sale por patas pensando que es un ataque de los rojos y, para finalizar, Landa se ve obligado a cargar con la silla del Marqués aquejado de gota, para que el latifundista aristócrata pueda ver, desde lo alto de la iglesia, su finca de 20.000 hectáreas ocupada por el enemigo.
‘La vaquilla’ no es una película más sobre los avatares de la Guerra Civil Española, de entre las muchas que se realizaron con el fin de la censura. El binomio Berlanga & Azcona se despacha a gusto en su particular versión de esta contienda absurda. Esperpento a tutiplén en esta ácida comedia repleta de sarcasmos e ingeniosas parodias. El filme fue vapuleado por el grueso de la crítica, que no pudo, o no quiso ver los valores cinematográficos de la cinta, a pesar de su incuestionable éxito en taquilla refrendado por sus 1.907.031 espectadores. Berlanga sólo ha conseguido superar esta marca con los dos millones largos de ‘La escopeta nacional’.
En el desenlace final, después de los tumultos, la vaca consigue escaparse de la plaza a la tierra de nadie que separa los dos bandos. El grupo se reincorpora a su regimiento en el campamento. Los integrantes del comando se han convertido en pelones, como consecuencia de las cumplidas amenazas del Teniente Broseta.
Al ritmo de los acordes de ‘La hija del Juan Simón’, nuestra vaquilla, auténtico Macguffin Berlanguiano, se convierte en metáfora de la sacrificada España, que termina muerta y abandonada en el descampado, pasto de los buitres, blanqueando sus huesos al sol. Navaja, barro, clavel, espada.