Director de Misery: Rob Reiner
Critica x netotem©
El novelista Paul Sheldon (interpretado por James Caan) pierde el control de su vehículo en una carretera nevada y es rescatado por Annie Wilkes (Kathy Bates). Con tan mala fortuna, que su “fan número uno” resulta ser una asesina psicópata.
La historia es sencilla y ofrece, a priori, escaso interés. De hecho, transcurre casi enteramente en una cabaña aislada por la nieve. Sin embargo, el guión, adaptado de la novela homónima de Stephen King, en manos del veterano Rob Reiner, da como resultado un filme de lo más espeluznante y claustrofóbico.
Reiner ha sido realizador de largometrajes más que notables como Cuenta conmigo (Stand by Me, 1986) también basado en una novela de King; La princesa prometida (The Princess Bride, 1987); Cuando Harry encontró a Sally (When Harry Met Sally, 1989) o Algunos hombres buenos (A Few Good Men, 1992). Por citar sólo algunos de sus títulos más representativos.
Entrando en el relato, por un lado, tenemos a Paul, escritor de gran éxito, más que aburrido de teclear rutinarios melodramas baratos. El escritor decide acabar con Misery, la protagonista de su saga de noveluchas y ‘matarla’ en las complicaciones de un parto. A continuación, escribe una novela seria, en la que intenta proyectar sus inquietudes intelectuales. El novelista se sentía condenado a generar productos destinados a cubrir necesidades de consumo. Ficciones dramáticas para un público ávido de best-sellers.
Por otro lado, nos encontramos con Annie, interpretada de forma magistral por Kathy Bates, que se llevó a sus vitrinas todos los premios habidos y por haber: el Oscar a la mejor actriz, el Globo de Oro, etc.… Para Annie, la protagonista de las novelas de Sheldon le pertenece, se identifica con el personaje y lo siente como suyo. En sus delirios, ha llegado a bautizar a su cerda, convertida en animal de compañía, con el nombre de su heroína: Misery.
Annie encontró en el género rosa una razón para vivir cuando su marido la abandonó años atrás. Con sus facultades perturbadas, obliga al escritor a quemar su último trabajo y es iluminada por Dios para cumplir la misión de resucitar a Misery Chastaine.
Este argumento podría estar sugerido por la historia de Sir Arthur Conan Doyle, cuando cansado de Sherlock Holmes decidió acabar con él. Tuvo la osadía de enterrarlo sin contar con el desasosiego de sus lectores, los cuales presionaron de tal manera al escritor, que se vio obligado a continuar con sus detectivescos episodios.
A pesar de su perfecto ‘timing’ y el trabajado script, el proceso policiaco del thriller que tiene lugar en el exterior, no llega al nivel del duelo de titanes que se establece dentro del hogar de Annie Wilkes. Sus histéricos ataques psicopáticos se hacen cada vez más aterradores. La cabaña de la granja de Colorado se convierte en el campo de batalla del cual Paul intenta escapar a base de cápsulas y cuchillos.
Con el fin de contagiarnos la angustia y el miedo del escritor al sentirse atrapado en manos de una maniaca demente, el director nos va desvelando, a pequeñas dosis, los detalles del pasado de la protagonista. Por uno de esos extraños procesos de empatía que posee el cine, nosotros también sentimos que nos hemos roto las piernas. Cada uno de los movimientos del convaleciente en su silla de ruedas nos hiere en nuestras propias carnes.
En el desenlace final, la máquina de escribir es el objeto real (no metafórico) con que se libra de forma violenta de su ‘hospitalaria anfitriona’. La propia máquina, es el instrumento que libera al novelista del acoso de su secuestradora.
No es la primera vez que se lleva a la pantalla el secuestro de un personaje famoso. En largometrajes como El rey de la comedia (The King of Comedy, Martin Scorsese, 1982) o posteriormente, en Fanático (The Fan, Tony Scott, 1996) y otras producciones norteamericanas, se han realizado interesantes aproximaciones a la cuestión de los peligros de la popularidad y el reconocimiento social en los medios de comunicación.
El público se siente con derecho a perturbar al personaje popular. De alguna manera, desarrolla lazos afectivos que le confieren un supuesto derecho moral a interferir en sus vidas, hasta el punto de dar lugar a situaciones dramáticas o violentas.
Sin llegar al nivel de la bañera de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), Misery nos ofrece uno de los episodios más escalofriantes vistos en la gran pantalla. La secuencia de la maza y la fractura de tobillos, hace tiempo que se ha convertido en una de las escenas míticas de la historia del cine. Por cierto, al igual que en la obra maestra de Hitchcock, el policía que investiga el caso, también es asesinado cuando va a investigar a la casa en cuestión.
Aunque sus textos suelen ser bastante superficiales y epidérmicos, y se suele quedar en un nivel elemental de lectura, en Misery, Stephen King, imprime al relato una considerable carga simbólica. Nadie puede dudar de la maestría del autor a la hora de profundizar en los aspectos más morbosos y terroríficos del alma humana.
En el filme se refleja la dependencia y el desprecio del autor por los vulgares gustos de los lectores. Profundiza, de forma extraordinaria, en la relación entre el escritor y su público. La vieja lucha del artista contra las dictaduras del todopoderoso mercado editorial. Su dilema entre someterse a sus caprichos o seguir sus propios impulsos creativos al margen de críticas y tendencias.