Director de The Matrix: Andy y Larry Wachowski
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Las máquinas inteligentes se han percatado de que el ser humano opera como un virus que agota los recursos naturales, y está destinado a acabar con el planeta. Se rebelan contra sus creadores, y como en la apocalíptica Terminator (James Cameron, 1986), han desencadenado el fin de la civilización tal y como la conocemos. Las fantasías futuristas del tipo Demolition man (Marco Brambilla, 1993) con submundos subterráneos de hombres libres son moneda común en el cine finisecular, nada originales si pensamos en Metrópolis (Lang, 1926).
Es curioso observar la coincidencia en un periodo tan corto de tiempo de tantos largometrajes que cuestionan la veracidad del mundo real como 12 monos (Terry Gilliam, 1995); Días extraños (Kathryn Bigelow, 1995); The Truman Show (Peter Weir, 1998); Dark City (Alex Proyas, 1998); eXistenZ (David Cronenberg, 1999) y nuestra Matrix.
Morpheo (Fishburne, ¿San Juan Bautista?), postmoderno Dios del sueño, con gafas de diseño, es el líder de la patrulla de la resistencia encargada de ‘despertar’ al protagonista. Desenchufar a Neo (Reeves) y hacerle ver la realidad ya que nunca ha usado los ojos – San Juan 9:25 “Antes era ciego y ahora veo”-. Como el protagonista de Tron (Steven Lisberger, 1982), está atrapado en las fauces del monstruo electrónico, pugnando por salvar a la humanidad.
El líder rebelde da a elegir al protagonista entre la pastilla azul y la roja. Por supuesto, Neo elige la roja. Quedarse en el “país de las maravillas” y convertirse en el elegido. Vestido completamente de negro como un sacerdote, tiene poderes mágicos y los signos del Salvador.
Es el Mesías revolucionario de la cultura judío-cristiana. Venido del más allá para salvar a los supervivientes de las catacumbas de Sión del mal absoluto del nuevo imperio que representa Matrix. Por si hubiera alguna duda sobre la base evangélica del argumento, la chica (siempre tiene que haber una chica), tiene el nombre de Trinity.
Como en cualquier reproducción pseudo-bíblica que se precie, los discípulos, integrantes de este grupo, que lucha en sagrada cruzada contra las máquinas por la supervivencia de la raza humana, son traicionados por su Judas Iscariote, que prescindiendo de las 30 monedas, empuja al Salvador hacia el Gólgota, y vende su alma al Lucifer de turno, (Mr. Smith de traje y corbata). A cambio de los ‘Paraísos artificiales (Charles Baudelaire, 1860)’ de la realidad virtual que el infierno de Matrix le ofrece.
El ‘framework del mal’ de Matrix desarrolla la distópica idea del mundo como construcción artificial que sólo existe en nuestras mentes. Vieja premisa filosófica del ‘Mito de la caverna’ de Platón y la posterior suplantación de la realidad de Jean Baudrillard. Que otros autores como el barbudo semiótico trasalpino Umberto Eco nos acercan, definiéndola como: MTV-ficación, McDonaldización, Museoficación o Disneyficación.
Además de una arriesgada apuesta estética cyberpunk, los evangelios apócrifos de Matrix son también un pretencioso pastiche formal de la era cibernética. Poliédrica mezcla de western, vídeo juego, artes marciales de Hong Kong y manga estilo Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995).
Los Wachowski recogieron cuatro Oscar y 460 millones de dólares y su ‘bullet-time photography’ a 12.000 fotogramas por segundo ha sido recopiada a discreción, sin escrúpulo alguno en clips, publicidad e incontables filmes hasta la fecha.
El resto de al saga resulta, como era de esperar, absolutamente prescindible.