Director de The Wrestler – El luchador: Darren Aronofsky
Critica x Edgar©
Más de lo mismo es lo que nos ofrece The Wrestler de Darren Aronofsky, que deslumbró con Pi (fe en el caos) (1998) y realizó una más que interesante Réquiem por un sueño (2000). En cuanto a La fuente de la vida (2006) mejor no comentar nada.
En The Wrestler (El luchador) Randy ‘the Ram’ Robinson es un excampeón de la lucha libre de la WWF que, ya en el final de su carrera, trabaja en cuadriláteros de última fila. Debido a un ataque al corazón debe abandonar el ring y se encuentra sin amigos ni pareja, lo más parecido a una compañera es Cassidy, una stripper (interpretada sobresalientemente por Marisa Tomei).
El luchador hecha de menos su gran momento de gloria y acusa a Cobain de la ruina de la música de los años 80. Solo en una caravana de la que apenas puede pagar el alquiler, decide ganarse el afecto de su hija Stephanie (Evan Rachel Wood).
Hay un momento del filme en que la película se convierte en la manida reconstrucción de la estereotipada familia desestructurada que tanto gusta al cine moderno. Recordemos a la hija pródiga de Retrato de April (Peter Hedges, 2003); la reconciliación de A la vuelta de la esquina (Jordan Roberts, 2004); la búsqueda del hijo de Flores rotas (Jim Jarmusch, 2005) y Llamando a las puertas del cielo (Wim Wenders, 2005).
Sin embargo, la cinta sabe escabullirse de este callejón sin salida. En el fondo, no está demasiado lejos de otro de los papeles que tanto gustan a Rourke, nos referimos a El borracho (Barbet Schroeder, 1987), con las peripecias alcohólicas de Bukowski. Un personaje, que como Randy, acepta su destino y decide llegar hasta el final.
The Wrestler está dirigida a mayor gloria de Mickey Rourke, que después de su vuelta en Sin City (2005), parece dispuesto a dar una vuelta de tuerca a su carrera. Premiado por su papel, a pesar de que su cara carece completamente de expresión a causa de la cirugía y el botox, lo cual puede ayudar a la credibilidad del personaje si se entiende en el contexto de la película, como una consecuencia de los golpes, los calmantes y los esteroides.
Hay que reconocer lo cuidado de la puesta en escena y la convincente presencia física de Mickey Rourke, que proporciona al filme momentos más que brillantes, sin embargo, los personajes no terminan de llenar, las situaciones no emocionan, todo resulta demasiado previsible y lo dicho: más de lo mismo.