Director de Que Dios nos perdone: Rodrigo Sorogoyen

Desde entonces miró a su madre de otra manera, desde un ángulo más humano y simple, pero más sincero y estremecido también. Era una sensación extraña la que le embargaba en su presencia. Algo así como si sus pulsos palpitasen al unísono, uniformemente. Un ángulo más humano y simple, pero más sincero y estremecido también. Era una sensación extraña la que le embargaba en su presencia. Algo así como si sus pulsos palpitasen al unísono, uniformemente. Una impresión de paralelismo y mutua necesidad. – [Miguel Delibes, El camino]

¿Otra socia del Atleti? Perdone, Señoría

– ¿Desde cuándo sabes que fumo?
– Tú te crees que la policía es tonta, ¿o qué?